La chica mecánica de Paolo Bacigalupi.
The Windup Girl (2009)
La chica mecánica es una de las novelas de ciencia ficción más interesantes de los últimos años. Por algo se llevó los tres premios importantes (Hugo, Locus y Nebula). La revista TIME la eligió como la 9ª mejor novela de ficción de 2009. A pesar de que su estructura argumental es mejorable (algunos hilos demasiado retorcidos y una administración de los tiempos algo desequilibrada), se lee con interés de principio a fin, por varias razones. Sus personajes son complejos, moralmente ambiguos, interesantes. A veces luchan contra su propia predisposición genética. Otras veces se comportan con una ética cuestionable, muy anclada en sus circunstancias personales. Las descripciones son descarnadas, sientes el calor, el dolor, la suciedad, los olores de una urbe superpoblada, la violencia sexual explícita, la muerte implacable. Pero lo que más me interesa es la ficción de contexto, es decir, la verdadera ciencia ficción.
Las dos últimas novelas que he comentado aquí, La era del diamante y La vida de los objetos de software, las enmarcaba dentro del postcyberpunk, y este es otro ejemplo muy claro. Parece que no leo otra cosa, pero lo cierto es que las más prestigiosas obras de ciencia ficción reciente están jugando en esos terrenos. La chica mecánica es, en concreto, biopunk (de la misma manera que La era del diamante era nanopunk). No hay aquí piratas informáticos, sino piratas genéticos. Está ambientada en un futuro no demasiado lejano, en el que hay una crisis de energía a raíz del agotamiento de los combustibles fósiles. Por otra parte, el uso desmedido de la ingeniería genética ha provocado problemas de plagas y enfermedades que son la mayor preocupación del gobierno. Para colmo, la subida del nivel del mar está complicando el mantenimiento de las ciudades costeras. La cuestión ecológica es un elemento habitual en el postcyberpunk. Aquí no hay ordenadores (casi) ni Internet, ni la chica mecánica es realmente mecánica. Los genetistas son los nuevos hackers, en algunos casos piratas antisistema, en otros, miembros de poderosas megacorporaciones capaces de derrocar gobiernos -fabricantes de calorías. Además, debido a la escasez energética, hay un uso tecnológico decimonónico (zepelines, clípers…) que añaden un resultón barniz steampunk.
El universo creado por Bacigalupi es tan rico que apenas se hace necesario un protagonista (la novela es muy coral) o una trama muy cerrada. Aunque científicamente no entra demasiado en materia, y eso es algo que echo de menos, a nivel sociopolítico dibuja un retrato complejísimo y muy referencial a los sucesos del siglo XX en Asia. Por ejemplo, es fácil pensar en los Jemeres Rojos cuando el autor se refiere a los Pañuelos Verdes. Un complejo entramado de equilibrios de poder nos presenta a diferentes grupos sobre los que es difícil hacer una distinción de buenos y malos. Hablando en términos demasiado generales, podríamos decir que presenta un capitalismo salvaje sin escrúpulos enfrentado a un intervencionismo sustentado en supersticiones y xenofobia.
La inmersión en este mundo es total, a través de los pequeños detalles y de las descripciones asfixiantes de esa Tailandia sumida en el caos energético y biológico. Como la mayoría de las novelas de ciencia ficción, especialmente las cyberpunks que se ambientan en un futuro cercano, quiere llamar la atención sobre algunos problemas de nuestro tiempo. Además del calentamiento global y el problema energético, que son dos temas más tratados, habla de las implicaciones de la ingeniería genética. Remarca el problema del equilibrio ecológico -una cuestión que ya está sobre la mesa en nuestros días- y aunque ofrece una visión pesimista, también da voz a un punto de vista opuesto, señalando como radicales las dos posturas extremas, entre la despreocupación absoluta y la conservación reaccionara, casi religiosa. Pero también toca una cuestión delicada que ya es una realidad y sobre la que se está hablando poco: el problema del control de patentes de semillas por parte de las multinacionales. Otra fuente de pérdida de soberanía de los gobiernos que no ha hecho más que asomarse pero que podría ser muy peligrosa si no la regulamos a tiempo. Poseer un banco propio de semillas quizá sea en el futuro una cuestión tan clave como tener un control sobre la producción energética. Esperemos que no sea demasiado profética esta novela y seamos capaces de reaccionar antes de que sea demasiado tarde.
Os dejo aquí algo tan exótico como es un tráiler de la novela.